miércoles, octubre 17, 2007

Era la una de la mañana y ya estaba bastante ebrio, solo en mi cuarto. Trataba de escribir un cuento para ese concurso culiao, en el que el año anterior en el que no pase ninguna etapa. Eran puros pendejos de mierda los que concursaban, escribiendo hueas de adolescencia suicida y me ganaron. Yo tenía una historia casi autobiografiíta. Tan como el pico será mi vida como para no pasar a segunda ronda. De repente sonó el citófono. Siempre venia cuando se enojaba con su pololo o con sus papas. Sabía que la iba a recibir. Siempre la recibía, además vivía relejos como para darle un portazo en la cara y tampoco lo haría. Ella sabia que no o haría. Sabía cuanto aun la quería. Fui un maricen cuando estuvimos juntos y lo se. Me la cagué, le puse el gorro cuantas veces pude y lo acepto. La traté como el forro. Pero cuando todo cagó y se metió con otro me empezó a gustar más. La empecé a quedes más. Y ella lo sabia, y sacaba ventaja de ello. Ese día, como ningún otro, se veía bien, rica, linda, con cara de pena y pasada a copete, pero mas linda que nunca. Entró – Hola- Fue a mi pieza, dejo sus cosas, se saco sus zapatos y fue a la cocina. Cogió dos vasos. No vio que yo ya estaba tomando, por eso cogió dos vasos, les puso hielo y volvió a mi pieza. Realmente no sabía que atado había tenido ahora, pero igual la recibí. En la pieza llenó los vasos. Nunca vi a una mina servir un copete tan cabezón y tomárselo tan rápido como lo hizo. La cagó, quedé con el copete en la mano, con un sorbo y haciendo viejitos. Me dijo que había terminado con su pololo, que su vieja hace dos semanas que no volvía a la casa. Se puso a llorar. Dos veces la había visto llorar, pero nunca así. La primera para la muerte de su abuela y la otra cuando perdió la guagua que esperaba de mí. Pero esta vez no se porque la sentí diferente. Era con rabia. Después del segundo copete me dijo algo de su pololo y su vieja. Al principio no entendí, y después caché la hueá. No es que se hubiesen metido entre ellos. La viaje acosaba y hueveaba al loco. La vieja siempre competía con ella, desde su primer pololo. Conmigo la vieja fue piola y buena onda. Nunca encontré nada raro. O la señora era muy buena onda o yo muy feo, pero nunca me joteó a mi. Según ella a mi también me hueveaba. Que la vieja la odiaba. Que se llevaban con el pico. Que todos sus amigos se la habían agarrado, y que a su viejo, que era la raja, le importaba un bledo. Que el supo las hueás; que la vieja estuvo con sus amigos, pero que cuando cachó lo de su pololo quedó la cagá. Que le había sacado la chucha a su mamá. Que se agarro con el pololo, también. Quedó la cagá parece. Otro copete mas y cambie la música. Estaba media depresiva y no quería contribuir más con el drama. Además como ya estaba medio curao, no quería parecer jote tan temprano. Y menos aprovecharme en esos momentos. Muchas veces lo hice y a pesar de que sacaba ventaja por el rato, después perdía más. Me dijo que cambiáramos de puesto, porque yo estaba todo el rato pendiente de la música y de las ventanas que se abrían en Messenger. Entonces fue cuando se sentó y comenzó a leer mi cuento. No se como sacó conclusiones de que la historia se trataba en cierto modo de la nuestra. Y se puso a llorar. Me pidió perdón por todo. Que la había cagado con dejarme por ese hueón y todo eso. Que el otro hueón era penca, que siempre conmigo fue diferente y eso. Me dieron unas ganas mariconas de cagarme de la risa que tuve que aguantarme. Otro copete más y seguíamos conversando de lo mismo. Llevábamos una hora y media hablando de lo mismo. Me sentía como el forro por querer cambiar el tema. Pero por un momento pensé que talvez la podría recuperar. Volver a lo mismo de antes. Con la seguridad de que su vieja no estaría ahí, a mi no me hizo nada, pero para darle seguridad a ella. Se acabo el copete y saque un poco de ron que tenia guardado en el closet y seguimos. Le ofrecí una línea y me dijo que si. Una para cada uno, grandecitas por que me estaba quedando dormido. Y me pidió otra. Me quedaba para cuatro más pero me quedaría pato, saque dos más, más chicas obviamente. Se mando la de ella y la mitad de la mía. Me cagó. Me mande lo que me dejó y seguimos conversando. Me dijo que fuéramos a comprar algo para comer, que ella se rajaba, pero ni cagando sacaba la moto a esa hora y en ese estado, nos hubiésemos matado. Así que le preparé unas de tostadas con lo que pillé. Cuando volví a la pieza no estaba. Toqué la puerta del baño y la pillé vomitando. Pálida, con sangre en la nariz. La levante, la metí a la tina y prendí la ducha. No la llevaría ni cagando a un hospital. Estaba seguro de estar funao con los pacos y no cagaría por eso. Además ya había reanimado muertos ates y lo volví a hacer. Tosió y votó otro poco de vomito, ya no le salía sangre de nariz. Puse el agua caliente. Y le dije que se quedara ahí un rato. Pasaron 10 minutos y ya estaba mejor. Curada aun, con la cara hecha mierda, pero mejor. Le saque la ropa hasta que quedara en calzón y sostén y le dije que se parara. La tuve que ayudar. La seque bien y la lleve en brazos a mi cama. Ahí se saco el resto de la ropa, le pase un bóxer y una polera. La tapé bien y prendí un cigarro sentado al lado de ella. Estaba como pico. Saque lo último que me quedaba, le di un poco y se recupero. Se sentó. Nos miramos largo rato y volví al computador. No me iba a aprovechar de la situación. Desde lejos seguimos conversando mientras yo me tomaba el resto del ron. Empezó a quedarse dormida mientras la miraba. Seguía viéndose linda, más de lo que antes me llegué a imaginar. Imprimí lo que llevaba de cuento me senté en los pies de la cama y no paré de escribir. Son ya las seis de la mañana y no me atrevo a terminarlo. No quiero que termine este cuento. No lo mandaré a ningún concurso ni se lo mostrare a nadie. Lo tapearé y los respaldare en 1.000 copias y las dejare escondidas. Pero no se como terminar. No me atrevo a darle un final feliz que se que no tendrá y no quiero darle el final que tendrá, por que no lo quiero para mi.
Guillermo A. Zurita Soto
(17/10/2007)

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