martes, octubre 23, 2007

Desde que su vieja se había ido que estaba tomando esas pastillas. Todos decían que se había arrancado con un gitano, un vendedor viajero o algo así. Ya que nadie sabía con quien se había ido, y nunca se dijo nada de algún movimiento extra que tuviese. Para bien o mal eso siempre se sabe.
Esas pastillas la tenían todo al día media rara. Atontada, media dormida, lenta. Cuando las mezclaba con copete era raro. Esa vez fue la mas rara de todas. Habíamos fumado una cola que pillo en el cenicero del auto. Yo quede bien, no fumaba hace tres días y no era mucho. Pero a ella le hizo un efecto diferente. Estaba exageradamente excitada, gritaba. Gritaba por la ventana a la gente en la calle y a mi, que estaba a su lado, también me gritaba. Me empezó a retar. Todo gritando. Que había hecho no se que cosa y no había hecho no se que otra. Que manejaba muy lento, que tuviese cuidado con la gente, y a los otros autos le gritaba. En la casa pensé que se callaría un rato, que se calmaría con la música.
Cuando abrí la puerta me di cuenta de que no seria así. Corrió a la cocina y ahí se encerró. Golpeé la puerta y me puse a buscar las llaves desesperado. Pero en todo ese desorden nunca las pillaría. Salio con dos piscolas preparadas, la botella de pisco bajo un brazo y se sentó en la cama. Dejo la botella en la mesa donde almuerzo, entre platos y ollas que parecían estar ahí desde no se que tiempo. Pesé que no sabia donde escondía los copetes, pero al parecer me equivocaba. Le pedí que los dejara y que me pasara la botella. Solo me paso uno.- Que te ponis pessooooooa. Si te serví uno, por lo menos agradéceme- Gracias, pero por favor toma ese nomás, después podemos salir ¿vamos al cine? Están dando la del Rumpi, Radio Corazón, me dijeron que era buena, yo te invito- No, tú mismo me dijiste que era mala, no quiero ir. Me quiero quedar acá- Por más que trataba, nunca le pude quitar un copete, ni hacer que tomara menos. Otras veces por suerte eran restos los que tenía. Esta vez no recuerdo porque tenia una botella de pisco entera. La bebida ya no tenía gas y hielo nunca tengo. Su piscola no alcanzo a durar lo que me demoré en seleccionar algún disco para escuchar. Cuando la vi preparando la segunda no me aguante más y le grite que dejara eso, que ya no podía tomar más, que ella sabía como se ponía cuando tomaba. Que esta vez no la podría llevar a la clínica. La última vez querían llamar a los pacos pensando que yo la había tratado de intoxicar. Si su psiquiatra sabia que estaba tomando le diría a su papá que era yo el que le daba copete. Ya lo había hecho una vez. Su viejo me había perdonado, porque sabía que no era todo culpa mía, pero no lo haría de nuevo.
Se puso a llorar como siempre lo hacia. Que yo no la entendía, que no se iba a curar, que siempre le gritaba y que yo no sabía todas las cosas que tenía en la cabeza.
Eso era cierto. Estaba bastante mal, los medicamentos eran fuertísimos y su familia era un problema aun mayor. Aparte de lo de su madre, estaba su papá que parecía estar tan ausente como la vieja. Una hermana media alcohólica que en más de una ocasión le había pegado y robado plata. Su hermano era un caso aparte, estudiaba y trabajaba. Parecía irle bien en todo, por eso mismo nunca estaba en casa, se avergonzaba de ella y del resto. Todo era bastante feo en esa casa.
Cuando iba en la mitad del vaso se levantó para ir al baño, se llevo su vaso y la botella. Pensé en esconder el reto de bebida, pero si tomaba pisco solo seria peor. Corrí al la cocina y vote el la mía. Al volver ella le pedí la botella para prepararme una. No me la quiso pasar hasta que le entregué mi cámara y la sostuvo en alto hasta que le devolviese la botella. Me llené el vaso de pisco lo que más pude para que así quedara menos. La piscola más mala que he probado. Si no se la entregaba, seguro que reventaría la cámara contra el suelo. Dos sorbos pequeños y fui a botar la mitad a la cocina y volví por mas bebida. Ella aun gritaba. Todo lo que me decía lo hacia gritando.. Ya eran las cuatro de la mañana, y no quería tomar más.
Me senté en la cama y le empecé a hacer cariño. A dar besos en el cuello. Ella quieta seguía con su copete, traté de acercar mi mano a la suya, pero la alejo. Sabía que quería quitarle el vaso. La empecé a tomar por la cintura, lento para que no se enojara. Le tomé las piernas y me empezó a dar besos en el cuello y pecho. Traté de subir su polera, mientras lo hacia dejó el vaso a un lado, pero ya sin la polera lo volvió a coger. Empecé acariciarla las pechugas y a solté su sostén. Metí la mano por debajo de su falda. Sabía como excitarla y ella sabia que también me excitaba. Siempre lo había hecho, desde que yo pololeaba con su mejor amiga. Dejo su vaso y se recostó hacia atrás en la cama. Terminé de desnudarla, mientras ella hacia lo mismo conmigo. En un momento se levanto y volvió coger el vaso. Dio un trago largo y se volvió a recostar. Seguimos tocándonos largo rato hasta que estábamos los dos bajo las sábanas. Me levante a apagar la luz y a subir la música. Y me volví a acostar. Le dije que iría al baño a buscar un condón. Me levanté y tratando de hacer el menor ruido posible, tome la botella de pisco y mi vaso que estaba medio lleno aun. Prendí la llave del agua y vacié en el lavamanos la botella, lo mismo hice con el vaso. Abrí el botiquín y empecé a buscar los condones. Estaba en eso cuando escuché una puerta cerrarse de un portazo. Salí corriendo y se había ido. Aun estaba en mi pieza su mochila. De su ropa no quedaba nada. Me vestí y salí corriendo detrás de ella. No la encontré, subí corriendo a coger las llaves de su auto y volví a bajar. Tomé el auto y la salí buscar. No podía estar lejos. Estaba muy mal para caminar muy rápido. No debía estar lejos, pero aun así no la encontraba.
Ya son las seis. No creo que la encuentre.
Guillermo A. Zurita Soto.
(22-10-2007)

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